Abandonar el cine

Nunca había estado tan cerca de abandonar el cine durante la proyección de una película como ayer mientras veía "Malditos bastardos", de Quentin Tarantino. La película es por momentos desagradable y absurdamente violenta, pero, por motivos desconocidos, me quedé hasta al final a ver si Tarantino conseguía levantar eso de alguna forma. Iluso de mí, huelga decir que no lo consigue ni por asomo.

La película trata de ser una adaptación de "Pulp Fiction" a la Segunda Guerra Mundial. Este engendro es lento en sus estúpidos y vacíos diálogos, no tiene un mínimo de coherencia en su guión, es gratuitamente violento y disfruta mostrando sangre a la mínima ocasión, cuenta con unos actores desastrosos, se lanza al fango de los estereotipos y se arrastra por él, no respeta la historia,... Cualquier cosa que diga es poca. Sinceramente, no debería dejarse que películas como esta contaminen la mente de la sociedad, son basura cinematográfica que nunca debió producirse.

Lo que más me irrita es la falta de respeto con la que trata un conflicto aún reciente en Europa en el que murieron más de cincuenta millones de personas. Me resulta vomitivo el enfoque gratuito y superficial que le da Tarantino, olvidando que detrás de todos aquellos muertos había una vida humana, que importaba (y mucho) a alguien. No sólo los aliados sufrieron los horrores de esta guerra, también los alemanes, que no merecen ser reducidos al papel de "nazis a matar", sencillamente no lo merecen.

También me irritan las buenas críticas que había leído de esta película. Seguramente el productor o quien sea ya se habrá preocupado de que al crítico de turno no le falte de nada mientras visiona la película, pero decir, como leí en El País o en El Mundo, no lo recuerdo exactamente, que Tarantino nos presenta una metáfora de cómo el cine puede acabar con las tiranías me parece una broma de muy mal gusto, hecha probablemente bajo los efectos del alcohol (por pensar bien). Ahora que se ha presentado la película en el Festival de San Sebastián recibirá algún premio y algún espabilado la tildará de obra maestra, cuando no va a suponer más que una pérdida de tiempo y de dinero para el espectador.

Tarantino, ¡qué lástima: hacer Pulp Fiction y acabar así!