Uno de los errores puestos de manifiesto por la crisis financiera actual se refiere a la inadecuada supervisión de las entidades financieras (principalmente, de los bancos). Como consecuencia de una supervisión muy relajada y poco estricta con las arriesgadas apuestas de algunos bancos, algunos de ellos se situaron a un paso del colapso, amenazando con arrastrar en su caída a muchos más agentes económicos inocentes.
Muchos países, conscientes de este error, han reformado su arquitectura supervisora. Así, la otrora todopoderosa FSA británica ha sido dividida y pronto dejará de existir. En Holanda, un informe presentado en el Parlamento ha recomendado algunas modificaciones en la forma de realizar la supervisión. Bélgica ha presentado recientemente un nuevo esquema de entidades supervisoras.
Y, en España, ¿se ha hecho algo? Pues, sorprendentemente, no. Pese a que algunas cajas de ahorro han tenido que ser restructuradas (eufemismo de "entregadas a competidoras más solventes a cambio de dinero público") en el último segundo, nadie ha demostrado tener capacidad de autocrítica para intentar analizar qué se hizo mal en la supervisión bancaria en los últimos años y cómo evitar que estos errores se repitan en el futuro. Porque, a pesar de que el Banco de España viene presumiendo de sus "provisiones dinámicas", éstas no constituyen sino una medicina, que ayuda a afrontar las dificultades una vez que han aparecido, y que no debería ocultar el problema de fondo: unas prácticas supervisoras, como mínimo, cuestionables.
Durante años asistimos a una exuberante burbuja del crédito ligado a la burbuja inmobiliaria, con tasas de variación interanuales de dos dígitos. Todas las cajas de ahorro se embarcaron en una expansión descontrolada, abriendo oficinas por todo el territorio español. Se concedían hipotecas por el 110% del valor de la vivienda a personas con trabajo temporal y sin muchos indicios de ser económicamente solventes. Además, algunas cajas se metieron a fondo en arriesgadas aventuras como Valdeluz, Martinsa o el Aeropuerto de Ciudad Real.
Y, en este punto, lo que me pregunto yo es, mientras todo esto sucedía, ¿qué estaba haciendo el supervisor (esto es, el Banco de España? ¿Es que ninguno de sus inspectores pudo deducir que en algún momento estas prácticas podían acabar con la caja en cuestión? Y una vez que la cosa ya está hecha y no tiene solución, ¿cómo es posible que absolutamente nadie levante la voz para criticar al supervisor que, aparentemente, no ha supervisado tan bien como se le suponía? Se ha dicho mucho de las empresas inmobiliarias y de la burbuja que crearon, pero en cambio no se ha dicho nada de todas aquellas entidades financieras que concedieron créditos con demasiada alegría; créditos que ayudaron a inflar la burbuja inmobiliaria. ¿Es esta toda la capacidad de autocrítica de la que somos capaces en España?
1 comment:
nunca mejor dicho Antoñete...que sepas que sigo tu blog siempre que no sea en alemán o francés (chico, es que eres un crack de los idiomas)
Un abrazo fuerte. Alfonso
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