Antes de escribir sobre mi anterior fin de semana y sobre mi excursión de 24 horas a Bratislava (al antiguo bloque comunista, achtung!), quería dejar una reflexión sobre las diferentes iniciativas que se han llevado a cabo internacionalmente para mitigar o prevenir los efectos de la actual crisis financiera.
Por una parte, se han impuesto medidas descomunales a algunos Estados para reducir su innegable deajuste presupuestario. Para implantar estas medidas no se ha podido perder tiempo y, de este modo, se han diseñado planes de ajuste draconianos en países como España, Irlanda, Grecia o Reino Unido: los mercados y el mundo no podían esperar. Estos ajustes recaen sobre la población de estos países que poco o nada ha tenido que ver con la crisis.
Por el contrario, los bancos, aquellos a los que todo el mundo ha señalado como origen y catalizadores de la crisis, ganan tiempo tras cada reunión del G20 para implantar medidas dirigidas a incrementar el control sobre ellos y a fortalecer sus balances. Para realizar estos ajustes siempre hay tiempo en el futuro, siempre se encuentra una razón por la que es mejor no hacerlo ahora.
Comparando estas dos diferentes varas de medir y viendo quién tiene que realizar ajustes "a la voz de ya", no puedo evitar preguntarme quién tiene realmente el poder en el mundo.
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