Hoy quería escribir algo de baloncesto, que hace mucho tiempo que no vuelco mis reflexiones sobre el tema en este blog, pero la realidad me ha movido a uno de mis muchos títulos honoríficos: el de peor enfermo del mundo. Lo sé, es un premio negativo, pero ganado a pulso.
La pasada noche sufrí una indigestión, por lo que parece, y he pasado toda la noche en vela, vomitando por "arriba y por abajo" como el grifo de una fuente cualquiera. He lloriqueado, me he retorcido de dolor, he estado tremendamente mimoso, he pedido a mis padres que me diesen una pastilla para acabar con todo esto de una vez, he dicho que no voy a cenar carne nunca más, me he medio-mareado camino al servicio (y mi madre me ha tenido que sujetar con sus apenas 50 kilos) y he dado muchas órdenes. Este podría ser el resumen de lo que he hecho en el día de hoy. No muy positivo, la verdad. Pero prometo mejorar (lo cual, dado lo bajo que está el listón, es fácil).
Y encima, cuando mi padre se vio en un trance similar hace pocos días, me mofaba de él y de lo flojo que era.
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