Monday, July 19, 2010

Envejecer en Alemania

Ayer cuando volvía en metro de la piscina, un anciano se quedó profundamente dormido y, al frenar el convoy al llegar a una estación, se golpeó en la cabeza con los asientos de delante, haciéndose una pequeña herida en la frente. Pasados unos segundos, conseguimos hacerle reaccionar (de lo dormido que estaba, ni el golpe le había despertado), hablar con él y levantarle entre cinco hombres adultos, pues tenía un importante problema de sobrepeso, una cicatriz tremenda en la rodilla derecha y una muleta para andar. De sus palabras (más bien, de la deficiente articulación de éstas) deduje que además estaba profundamente borracho.

Este hecho me sirve para traer una característica muy acusada de la sociedad germánica, en oposición con las mediterráneas: su desapego familiar. En Alemania, uno abandona el nido paterno a los dieciocho años para estudiar en la universidad (no veo nada malo en ello) y ya nunca más regresa. Las visitas se reducen al máximo y cuando los padres ya son ancianos los hijos apenas se ocupan de ellos ni sienten obligación alguna en ese sentido. Así no se concibe que un hijo deje un trabajo temporalmente para cuidar de su padre enfermo, por ejemplo. No se aprecia el esfuerzo que el padre ha hecho por el hijo y éste no siente ningún tipo de compromiso hacia él.

En estos casi cuatro meses por Fráncfort, he podido observar una importante cantidad de ancianos que viven solos y que apenas pueden cuidar de sí mismos (el hombre del metro de ayer no es más que un ejemplo entre tantos), cuando no sencillamente abusan de la bebida o ignoran la higiene más básica. Seguramente todos ellos tengan una familia, a muchos kilómetros o a pocos, que, sin embargo, no siente que su deber es cuidarlos igual que ellos cuidaron de sus hijos cuando estos no podían ni sonarse los mocos por sí mismos. Sinceramente, es una actitud egoísta que no entiendo y que me entriste profundamente.

Tanto fabricar Audis para acabar fallando en lo básico...

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