Acabo de volver a Alemania después de dos semanas de vacaciones en España, repartidas entre Guadalajara (para resolver algunos "asuntillos") y Ablanque. Éste ha sido el motivo por el que no he escrito en el blog desde hace bastante tiempo.
Lo del título es porque después de cuatro meses en Alemania ya había olvidado que en España existen unos bichos llamados tábanos, parecidos aunque más peligrosos que los mosquitos. Después de poco más de una semana en Ablanque, he vuelto con las piernas y los brazos llenos de picotazos de tábanos; hasta tengo un picotazo en una nalga. Debe ser que mi sangre resulta muy dulce para estos bichos (normal, dado lo goloso que soy) o que mi sudor les atrae de algún modo irresistible. La verdad es que estos días he llegado a sentir miedo en algunos momentos, pues algunos tábanos parecen helicópteros de lo grandes que son.
En Ablanque he intentado (y casi conseguido) salir con la bicicleta cada día. Sin embargo, no he acabado muy contento con mis sensaciones. Hay que tener en cuenta que 25 kilómetros allí, rodeado de cuestas inmundas, son como 50 kilómetros en llano. Resulta también curioso cómo lo paso peor cuando voy más despacio. Me explico. Bajando he llegado a alcanzar los 50 km/h y no puedo decir que me haya cansado mucho. Pero subiendo han sido varias las veces en las que el corazón y los pulmones parecían explotar, cuando no pasaba de los 10 km/h. Juas, juas, juas.
Y poco más han dado de sí estas dos semanas. He estado con algunos de mis viejos amigos, a los que solo veo en Ablanque, y realmente lo he pasado muy bien con ellos, disfrutando mucho cada minuto que estaba con ellos (otros viejos amigos no me han hecho mucho caso, pero que les den, yo me quedo con los de verdad). Tampoco me ha dado tiempo a aburrirme ni me he sentido frustrado por no haber hecho ningún viaje estratosférico este año (el año pasado visité Islandia y Sudáfrica), porque ya me irá llegando la "marcha" y los viajes a partir de septiembre...
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