Entre las habitantes femeninas de una cierta edad que encontramos en nuestras ciudades, abundan una serie de actitudes que, antes o después, tenía que comentar en mi blog, porque me parecen, a un tiempo, fascinantes e incívicas.
En primer lugar, destacaría la incapacidad sensorial que tienen estas personas para andar siguiendo una línea recta. Caminan a una velocidad reducida y siguiendo en todo momento una trayectoria diagonal, con lo cual, cuando uno las quiere adelantar, tiene que hacer complejos cálculos para ver si le da tiempo antes de estamparse con la farola. Y ay del pobre que acabe chocando con ellas, se arriesga a recibir una mirada de reprobación, de arriba a abajo.
Otra hermosa costumbre es la de pararse a hablar con sus amigas allá donde la acera es más estrecha y está llena de obstáculos (farola o árboles, los más habituales). Es entonces cuando uno debe asumir el papel de Neo en Matrix y escurrirse por el hueco disponible como una anguila, aun a riesgo de dañar irreversiblemente la columna vertebral. Si se quieren evitar miradas inquisodoras, recomiendo evitar dirigirse a ellas usando expresiones como "perdón", "con permiso",...
Por último, tenemos la impaciencia en los semáforos, que las lleva a adentrarse un metro en la calzada, como si de este modo presionasen al semáforo para ponerse verde lo antes posible. Me pone muy nervioso esta incapacidad para esperar en la acera, que es su debido sitio. Pero no hay nada que hacer, debe ser algo que se lleva en la sangre.
Bueno, pues ya está, lo tenía que contar, para tratar de desahogarme, que esto es algo que llevo muy dentro y que no todo el mundo entiende ni está dispuesto a escuchar. Ale, para esto, entre otras cosas, sirve un blog.
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