Desde mi última aparición en este blog hablando de la crisis financiera, ha sido tanto lo que ha pasado que me será difícil mencionar todo en esta entrada. Por de pronto, la crisis y el pánico han cruzado el Atlántico y varios bancos europeos han tenido que ser salvados in-extremis por “Papá Estado”. Curiosamente, se trata de bancos alemanes, británicos e irlandeses (y no de los denominados países PIGS), que intentaron emular a sus colegas americanos, con el visto bueno, por supuesto, de una regulación y supervisión excesivamente permisivas. Tanto el BaFin (supervisor financiero alemán) como la FSA (supervisor financiero único británico) tienen mucho más nombre que contenido.
En el caso de Irlanda, además, parece que se ha acabado el milagro irlandés de crecimiento. Un crecimiento económico exclusivamente basado en el boom de la construcción, el boom crediticio y las ayudas de la Unión Europea no podía ser eterno y ahora han tenido el honor de ser el primer país en entrar en recesión.
Más dramática aún resulta la situación en Islandia, a punto de declararse en bancarrota. Se trata de un país eminentemente pesquero de apenas 300.000 habitantes, donde los depósitos bancarios suponen 10 veces su PIB y donde su pequeño banco central es incapaz de supervisar el sector financiero. Evidentemente, los clientes extranjeros acudían a los bancos islandeses atraídos por sus elevados tipos de interés en tiempos en que conseguir más de un 3% de rentabilidad era realmente meritorio. La nota esperpéntica de todo esto es que Gran Bretaña ha invocado la ley antiterrorista para congelar los fondos de los bancos islandeses en su territorio y que así no puedan ser repatriados por el banco central. ¡La ley antiterrorista! ¡Aplicada a Islandia!
Al otro lado del Atlántico, el plan Paulson ha muerto antes de nacer. Los tres folios que presentó Paulson al final se convirtieron en más de 400 en el Senado y las medidas contenidas allí han dejado paso a la entrada del gobierno en el capital de los bancos, la medida sugerida por, entre otros, el premio Nobel de Economía Paul Krugman y que ya fue puesta en práctica por Suecia en la década de los 90. No era una buena idea desde el principio esto de comprar los activos malos de los bancos y que el Estado se encargue de ellos y el tiempo nos ha dado la razón a los que así pensábamos.
Lo que es común de esta crisis es el escándalo provocado por la remuneración de los directivos de estos bancos, que siempre ganan, vayan o no las cosas bien con sus entidades. En mi opinión esta es una forma de bandidaje tan digna como la del trabuco en tiempos. Alguien debería pedir responsabilidades penales a esta gente, no es posible hundir Lehman Brothers, por ejemplo, y no tener que pagar, de algún modo, por ello.
Y al final va a resultar que Alan Greenspan, el anterior presidente de la Reserva Federal, no era tan listo y que su receta de bajar los tipos de interés para generar crecimiento a corto plazo no ha hecho sino inflar dos burbujas: la inmobiliaria y la crediticia. ¿Dónde estarán ahora aquellos que alababan sin pudor ni capacidad crítica alguna cada movimiento del señor Greenspan?
Por último, me gustaría remarcar que lo vivido en los últimos días es una crisis sistémica de manual, donde la desconfianza y el pánico han dominado los mercados financieros. Los datos fundamentales de la economía no son tan negativos como para justificar estos descalabros. No conviene olvidar que el dinero es muy cobarde y ante la más mínima duda huye presa del pánico a lugares más seguros.
Una de las mejores explicaciones de lo vivido en las últimas semanas está en el siguiente link: http://es.youtube.com/watch?v=tDUiVLKZT80&feature=related
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