Hace casi una semana asistí en directo al partido entre el Real Madrid y los Utah Jazz, dentro de esa gira que cada verano hacen algunos equipos de la NBA con poco gancho, llamada NBA Live. Hay que tener en cuenta que he crecido viendo aquel irrepetible programa "Cerca de las estrellas", con el gran Ramón Trecet (grabándolo, eso sí, porque era de madrugada). Por lo tanto, tengo un cierto respeto reverencial por la NBA, especialmente por una de sus épocas más doradas: los años 80. Así que minutos antes de entrar al pabellón, estaba algo nervioso por encontrarme, por primera vez en mi vida, cara a cara con uno de los mitos de mi adolescencia.Y tengo que admitir que quedé algo decepcionado. Me irritaron sobremanera la gran cantidad de tiempos muertos inútiles que hay, la música que ponen por los altavoces mientras el balón está en juego (me parece una falta de respeto hacia los jugadores), la obligación que parece haber para comer y beber como energúmenos mientras se ve el partido (hubo quien se comió una pizza entre cuatro personas),... Lo que se llevó la palma fue esa costumbre de enfocar con las cámaras a los payasos desinhibidos (¿se escribe así?) del público para mostrarlos a todo el pabellón en pleno apogeo: espantoso. Durante estas horribles interrupciones, tuve la sensación que el partido de baloncesto quedaba en un segundo plano.
El partido en sí tuvo poca historia. Los equipos de la NBA vienen con la lección aprendida y a ninguno le gusta perder con un equipo de una ciudad que no saben situar en un mapa. Además, Utah Jazz es un equipo en todo su significado, nada que ver con "bandas" como Memphis Grizzlies o Philadelphia 76ers. Así que más de la mitad del partido estuvo dedicado a los minutos de la basura, sin ninguna importancia en el marcador.
Hay quien dice que estas giras de la NBA no triunfan en los países donde el baloncesto se vive más intensamente (España, Italia, Grecia) pero que arrasan en países sin tradición baloncestística (Reino Unido, Alemania). Creo que es cierto, yo me considero purista en este sentido y todo el espectáculo que trae consigo un partido del a NBA me sobra: prefiero ver el partido en sí, disfrutar con las variantes defensivas en lugar de con una mascota infantiloide de dudoso gusto y cenar después del partido, no durante el mismo.
Pese a todo esto, que quede claro que repetiré tan pronto como la NBA vuelva a Madrid y mi agenda me lo permita.
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