El objetivo principal de toda campaña de marketing es hacer creer al cliente potencial que realmente necesita el producto que se está publicitando. Esta necesidad no tiene que ser cierta, sino que puede simplemente inventarse, de modo que se instale en la mente del cliente potencial. Un ejemplo de esto que escribo aquí es el agua embotellada.
De un tiempo a esta parte (cinco o seis años, no más), se ha vuelto algo habitual que cada uno de nosotros tenga una botella de agua mineral en el trabajo o, simplemente, en nuestra rutina diaria, no vaya a ser que nos dé súbitamente un golpe de calor y no tengamos agua fresca a mano. Esta necesidad existía antes y se cubría con el agua del grifo (gran invento, pero lamentablemente no da mucho beneficio a las multinacionales). Sin embargo, mediante sucesivas campañas publicitarias se nos ha ido introduciendo poco a poco la necesidad de tener una botella de agua mineral junto a nosotros en cualquier momento del día, se nos han vendido los supuestos beneficios para nuestra salud y... ya no tiene remedio: se acaba de crear una necesidad nueva.
Se me ocurren otra serie de ejemplos en esta misma línea (por ejemplo, la televisión de pago), pero este del agua mineral es especialmente sangrante porque en muchas ocasiones el agua mineral es simplemente agua del grifo embotellada por las multinacionales y por la falsedad que suelen desprender los anuncios de este tipo de productos.