
En este sentido, desde la política se descubrió que construir infraestructuras, aunque inútiles, generaba votos así que se procedió a ello en todos los ámbitos, contando con la financiación de las cajas de turno. El aeropuerto de Ciudad Real o los palacios de congresos de ciudades de provincias (perdón por el calificativo) a cargo de arquitectos de renombre son dos claros ejemplos, pero no los únicos. Ante todo esto y ante la corrupción generalizada de la clase política no se hizo nada, porque la prosperidad nos hizo menos exigentes, ya que todos teníamos un trabajo y ganábamos suficiente dinero para irnos de vacaciones al Caribe.
Estos años de bonanza no se aprovecharon para dar un salto en competitividad, con contadas excepciones como Inditex. Nuestras grandes empresas, especialmente las tradicionalmente vinculadas al sector público, se durmieron en la esperanza de los beneficios crecientes y no llevaron a cabo reformas, que ahora tienen que realizar con mucho más dolor (Iberia, Endesa). Ahora nuestras exportaciones están creciendo, porque parece que nuestras empresas "se están poniendo las pilas".
Este empacho acabó y ahora estamos en la digestión del mismo. Tenemos que digerir un sistema financiero prácticamente quebrado, que nuestros socios europeos han salvado imponiéndonos severas condicines. Tenemos que digerir un agujero en nuestro mercado laboral, que cuenta con demasiados trabajadores provenientes del sector de la construcción de difícil recolocación (más los millones de inmigrantes que vinieron en los años de expansión). Tenemos que digerir un sistema político corrupto, ineficiente y cerrado a la casta. Tenemos que digerir un sector de infraestructuras sobredimensionado y que no genera riqueza. Tenemos que restructurar gran parte de nuestro tejido empresarial. Tenemos que cambiar el modelo de Estado, para hacerlo más eficiente y eficaz.
Aunque parezcan muchas tareas, la necesidad ya nos ha hecho realizar algunas. Me ha gustado leer las palabras de Rajoy, más allá de otros muchos errores de su gobierno, diciendo "no he cumplido con las promesas electorales, pero he cumplido con mi deber". Tal y como están los tiempos, prometer rebajas fiscales y gasto público es una temeridad y un brindis al sol. Sobre las tareas restantes, la presión de la ciudadanía, de nuestros socios europeos y de los mercados financieros (que en ocasiones no son tan malvados como los pintan) hará que se lleven a cabo.
Podríamos haber utilizado los años de bonanza para realizar estas reformas de manera menos dolorosa, pero no lo hicimos, sino que, más bien al contrario, aumentamos el empacho con políticas equivocadas. La digestión ahora está siendo dolorosa, muy dolorosa. Estamos viviendo ahora mismo un drama social, con muchas personas al límite, pero vamos a levantarnos pronto. Por cierto, en este proceso, el sistema económico mundial va a cambiar sustancialmente; no conviene olvidar que no estamos solos en esta crisis.
Otro día atacaré a los bancos.
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