Monday, January 02, 2006

La diáspora de los ablanqueños


En estas fechas tan señaladas, mi primo Félix ha decidido embarcarse en la difícil tarea de invitar a toda su familia al hotel-talasso (www.selenza.com) que ha construido en Estepona. En total, unos sesenta ablanqueños hemos tenido que ir en avión hasta Estepona, con todo lo que eso implica.

El viaje de ida fue ya algo accidentado, pues me tocó ser el guía por el aeropuerto de Barajas de unos 20 ablanqueños y... como no llevaba las gafas puestas, me equivoqué de puerta de embarque y tuvimos que andar algo más de lo planeado por los interminables pasillos de Barajas. Ya tuve que oír ciertas críticas hacia mi persona, en general, y hacia mis ojos, en particular.

Luego en el trayecto en avión hasta Málaga, todos nos temimos lo peor cuando el avión dejó atrás tierra firme y empezó a adentrarse en alta mar. Tan sólo se trataba de un maniobra normal para girar y aterrizar desde mar hacia tierra firme, pero todos temimos que el piloto se hubiera pasado de frenada.

En el autobús que nos trasladó del aeropuerto de Málaga al hotel, vi una señal que aún me plantea dudas porque no entiendo su significado. ¿Qué quiere decir, que no mostremos nuestras posaderas por la ventanilla o que no expulsemos gases por vía anal? Acepto propuestas, aunque quizá lo más fácil habría sido preguntar directamente al conductor.

Luego, una vez llegados, todo estaba perfectamente organizado y todo eran atenciones hacia nosotros. No obstante, aún hubo lugar para algunas anécdotas. Sobre todo, recuerdo, dentro de las piscinas con agua de mar, la ducha que consiste en un cubo de agua fría. Ahí uno se debe armar de valor y tirar él mismo de la cadena, aún a sabiendas de que le va a caer un cubo de agua fría encima. Pero después de salir de un baño turco, la impresión no es tan fuerte.

En la cena de Nochevieja, todo salió a pedir de boca. Una cantante nos amenizaba la espera entre plato y plato, y dos magos iban por las mesas haciéndonos trucos de magia. Uno de estos trucos, en los que una carta acababa con un agujero simplemente superó mi racionalidad. Mi cerebro no encuentra respuesta ni reacción posible. Por segundo año consecutivo, no me dio tiempo a comerme las doce uvas, me tuve que comer dos ya en el 2006. Pero es que eran muy grandes y corría un serio riesgo de atrangantarme.

Luego en la fiesta subsiguiente, todos los hombres nos pusimos un tricornio, un bigote (que algunos usamos como cejas, pues como bigote no podíamos beber bien) y unas gafas. No sé lo que sería, pero la verdad es que en cuanto me puse el tricornio, me entraron unas ganas de "empapelar" a alguien...

Los músicos contratados esa noche tocaron bastante bien hasta que descubrieron la barra libre, a la que se abandonaron sin miramientos. La pequeña pausa que hicieron a las dos de la mañana se extendió hasta las tres, y luego hicieron otra a las cuatro. Como resultado de todo, acabaron pegándose entre ellos ya a altas horas de la madrugada. Por una vez, los ablanqueños nos supimos comportar y fueron otros los que estuvieron fuera de lugar.

Al final, conseguí encontrar algo de tiempo para acercarme a la playa y ver el mar, que en Guadalajara no lo tenemos tan fácil. En resumen, por supuesto que el viaje mereció la pena.

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