Hace unos días leí en el blog de El Mundo de televisión que en el programa TNT habían echado a una señora o señorita orinando sobre el presentador. Unos días más tarde, y tras una furibunda y merecida crítica a este tipo de periodismo, el presentador del programa fue despedido. No es que dicha persona fuera inocente, pero no creo que sea el responsable último de semejante desaguisado. Lo cierto es que esto me hizo pensar sobre la televisión. Resulta evidente que la basura nos está invadiendo, que lo ha hecho muy despacio y que no parece detenerse ante nada.
A todas horas nos encontramos programas como Salsa rosa, ¿Dónde estás corazón?, A tu lado,... donde la gente habla y afirma y asegura, sin aportar ninguna prueba. Algo que me he estado preguntando últimamente es si esta gente hizo su carrera universitaria. Porque si yo hago una carrera universitaria como periodismo, no la hago precisamente para apostarme en la puerta, por ejemplo, de la finca de Jesulín de Ubrique. Quizá los pobres no tengan elección, o quizá podrían poner su ética por delante y negarse a cubrir semejantes eventos.
Esto quizá venga producido porque la basura vende, y como las principales cadenas de televisión de nuestro país cotizan en Bolsa, los resultados empresariales priman sobre la calidad y veracidad de lo emitido.
La televisión parece hoy en día la mejor invitación a la lectura y esto me sucede con bastante frecuencia. Algunas excepciones son Los Simpsons, Caiga quien Caiga, Cámera Café, los partidos de baloncesto en La2, algunos partidos de fútbol, y...
Desgraciadamente, según pude comprobar ayer, también en el Congreso de los Diputados se estila comportarse de manera simiesca. Especial mención merece el señor Martínez Pujalte, ¿el eslabón perdido entre el humano y la cucaracha?
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