Sí, esta es la sensación que se me queda después de venir ayer desde Segovia a Guadalajara en coche. Yo no me tenía por una persona poco brillante, ni tampoco por alguien con una carencia clara de orientación. Pero mis experiencias de ayer me han hecho ver que quizá estaba sobrevalorándome.
Todo empieza porque como no me conozco la red de carreteras de la Comunidad de Madrid tengo que fiarme de los carteles informativos allí situados. Estos carteles son más bien escasos en número y se encuentran situados más allá del punto de no-retorno: cuando lo ve, pobre de él si está en el carril equivocado. Ponen solo uno supongo que porque que los presupuestos no dan para más. Sin embargo, siempre parece haber presupuesto suficiente para el inútil panel informativo tipo "Autopista del Nordeste", "Obra financiada por el Ministerio de Fomento",... Una vez más, importa más el autobombo que la eficiencia.
Tampoco querría dejar de destacar el mejor panel informativo que he visto en mi vida, y uno de los mejores ejemplos de localismo mal entendido que se puedan encontrar en nuestro hemisferio. En Zaragoza, en una rotonda, hay un panel que indica que la Nacional II, en lugar de llevar a Madrid, lleva a La Almunia de Doña Godina (con todos mis respetos hacia este pueblo). O sea, que el objetivo último de construir esta carretera fue conectar Zaragoza con La Almunia de Doña Godina (de Madrid ni se habla, por aquello del centralismo).
Capítulo aparte merecen los nombres de las carreteras. Uno quizá esté anquilosado en el franquismo (época que no conocí, por cierto), pero sigo pensando en términos de Nacional I, Nacional II, Nacional III, etc y no en A-2, R-2, AP-6, A-6, etc. Lo malo de esto es que la denominación de una carretera es algo evolutivo, y cambia conforme se va avanzando por ella. Así, lo que yo llamaría Nacional VI (y lo que voy buscando cuando estoy en el coche sentado), se llama primero AP-6 (en un principio, solo es posible ir a Adanero por esta carretera aunque posteriormente también se puede ir a Madrid) y luego A-6. Parece que la primera tarea de un ministro de Fomento cuando accede al cargo es la de cambiar los nombres de las carreteras.
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