En los últimos meses, se han puesto muy de moda los dispositivos de manos libres para los teléfonos móviles, lo que da lugar a cómicas escenas, más propias de los tiempos de los manicomios que de nuestros días. Ya no nos debe extrañar oír conversaciones sin sentido, de personas que no guardan su intimidad lo más mínimo, pero que, al menos, lo hacen pegadas a un teléfono móvil. Lo "cool" es ahora ir hablando como si tal cosa por la calle, con el dispositivo colgando de nuestra cabeza, como si se hablara al aire o a algún fantasma.
Más allá de la vergüenza que me daría a mí hacer esto (motivo por el cual, creo que nunca me veré en esta tesitura), está mi derecho inalienable a no enterarme de la vida privada de los demás, el derecho al silencio, que esta gente perturba con historias que no me importan, que me da igual, es más, que preferiría no oír. Recuerdo con especial pavor una conversación, en un autobús casi a las once de la noche, de la chica que se sentó detrás mía, que hace que se me salten las lágrimas (y vi caras de pánico de pasajeros que estaban sufriendo, al menos, tanto como yo).
Entiendo que estos dispositivos pueden ser útiles en determinados casos, pero no para el común de los mortales. Son aparatos como estos los que llevan a nuestra sociedad hacia la idiocia y la estulticia permanentes. Vamos a serenarnos un poco y a respetar el derecho de los demás a no saber nada de nuestras vidas, por favor.
No comments:
Post a Comment