Wednesday, April 30, 2008

Llenarse la boca de palabras

Hoy quiero escribir sobre la crisis crediticia que está destruyendo la confianza en los mercados financieros en el mundo capitalista. Pero antes quería hacer una reflexión sobre Iraq, que viene muy relacionada con el título de este texto y que posteriormente relacionaré con la crisis crediticia.

En los días inmediatamente anteriores a la última invasión de Iraq, se pudo ver por televisión a "valientes y fervientes" soldados del ejército iraquí, amenazando con ferocidad a cualquier invasor y jurando lealtad eterna e inquebrantable a su dictador y líder, con la parafernalia típica en este tipo de situaciones. La realidad nos mostró poca resistencia por parte del ejército iraquí y adivino que quien más se lleno la boca con palabras de lealtad hacia Sadam Hussein fue el primero en enarborlar la bandera blanca.

EE.UU y Gran Bretaña se han jactado durante cierto tiempo de ser el paraíso del capitalismo, la tierra de las oportunidades donde cualquiera puede triunfar, enfrantados a la vieja y entrometida Europa. Las instituciones financieras no han sido una excepción y en ambos países la regulación a la que estaban sometidas se podía calificar, sin miedo, de laxa. En el caso de Gran Bretaña, el supervisor único (FSA) ha demostrado ser totalmente incapaz de cumplir con su función (¿dónde estaban mirando mientras el Northern Rock cavaba durante años su propia tumba?), pese a la buena prensa conseguida, quizá por eso de ser "supervisor único", que suena eficiente y profesional. Por motivos de trabajo, he conocido los micro-datos de empresas que usa el Banco de Inglaterra para sus estudios y análisis, y, en fin, prefiero no hablar de su calidad ni del tratamiento al que son sometidos, que podrían sonrojar a más de una república bananera.

A lo que iba, que estos países, paradigma del capitalismo, de que el mercado dispondrá el lugar de cada cual, han sido los que más afectados se han visto por la crisis de las hipotecas subprime (los bancos concedían hipotecas a clientes de dudoso cobro que diluían entre su balance para que no aparecieran como tal, delante de las narices de la autoridad supervisora, y que han explotado una vez los clientes han dejado de pagarlas), y han decidido inyectar dinero público para ayudar a los bancos. Esto es, cuando los bancos ganaban cantidades astronómicas y eran el orgullo de los respectivos países, las ganancias quedaban repartidas entre los grandes accionistas y el grupo directivo; una vez que aparecen las pérdidas, éstas deben ser asumidas por toda la sociedad. Y esto en países que se dicen capitalistas... No entiendo cómo no se les cae la cara de vergüenza.

Lo que ha quedado claro es que el modelo capitalista de todo vale y que el mercado controle no sirve para las instituciones financieras. Éstas, presionadas por el mercado, se han exigido obtener cada año mayores beneficios, para lo que han entrado en posiciones más arriesgadas (concediendo préstamos, por ejemplo, a quien no deben) que, en épocas de recesión, explotan en sus manos. Porque, no nos engañemos, los milagros no existen y ganar un 20% más todos los años no es posible sin un lado oscuro oculto.

En este sentido, me gustaría ver cómo acaba el HSBC, que en unos años ha pasado a convertirse en la mayor entidad financiera del mundo y que hasta el momento guarda silencio en toda esta crisis. Quizá lo suyo sí sea un milagro, aunque me resisto a creerlo.

Por último, añadir que esta crisis nada tiene que ver con la inmobiliaria que está sufriendo España y que se veía venir desde hace tiempo (yo la preveía y no me considero una persona especialmente dotada). A esto dedicaré otra entrada en el blog próximamente.

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