- Una unión monetaria necesita una cierta armonización fiscal para poder tener éxito a largo plazo. En el caso europeo, además, la introducción del euro en algunos países se hizo únicamente en función de intereses políticos, de manera quizá algo precipitada. En el caso español, durante los primeros años del euro estuvimos disfrutando de la misma moneda que Alemania y de su mismo acceso a los mercados financieros (con el consiguiente derroche), con el pequeño matiz de que no somos Alemania.
- La economía española es tremendamente dependiente de burbujas para impulsar su crecimiento. La parte buena es que esto nos aleja de países en permanente estancamiento como Italia o Portugal. Estados Unidos también es una economía dependiente de las burbujas (en los últimos años hemos tenido varias, por ejemplo), así que tampoco estamos tan mal. Por otra parte, esto nos sitúa en una posición muy dura cuando las burbujas explotan. Lo ideal sería mantener un crecimiento sostenible, como Alemania o Finlandia, pero para eso aún nos queda mucho por andar.
- La tasa de paro española no es ni homogénea ni real. En el primer caso, no es homogénea porque hay regiones casi con pleno empleo (Navarra), otras con tasas de desempleo elevadas pero en la media europea, mientras que en otras el desempleo es espectacular (Andalucía, Canarias, Comunidad Valenciana). En estos últimos casos, cuesta creer que no haya serios disturbios en las calles de las principales ciudades con tasas de desempleo cercanas al 30% (propias de países como Egipto o Túnez), lo que sugiere que igual la tasa real no es tan elevada por motivos variados: economía sumergida, empleo temporal en el sector turístico, parados que realmente no buscan activamente un empleo,...
- Las agencias de calificación crediticia tienen demasiado poder y muy poco control. No es posible que una decisión tomada por una empresa privada, con oscuros intereses y nula supervisión, pueda tener dramáticas consecuencias para el coste de la deuda de países soberanos. Por otra parte, su enorme poder emana de la delegación que hacen los inversores en ellas a la hora de calificar la solvencia de una empresa, un banco o un Estado.
Creo que si se entienden claramente estos cuatro puntos, sobre los que es fácil estar de acuerdo, se puede entender cómo hemos llegado hasta aquí y se puede, espero, empezar a intuir la forma de salir de esta lo antes posible.
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