Aprovechando la sana costumbre de celebrar el Día del Trabajo sin trabajar, pude convertir un fin de semana de dos días en uno de cuatro, en Bratislava. No es la primera vez que aparezco en tierras eslovacas, con lo cual no me debería sentir extraño allí, aunque siempre hay cosas que me acaban llamando la atención.
La primera se refiere a la actitud deportista de los eslovacos y eslovacas. Esos días tuvimos ciertamente un tiempo veraniego y toda la ciudad decidió ir patinando a lo largo del Danubio, ir en bicicleta o simplemente salir a un parque a pasear. A esto ayudan unas infraestructuras alucinantes, como un carril bici de casi 50 kilómetros a lo largo del Danubio (véase la foto de abajo, el punto blanco que se distingue es el castillo de Bratislava) y otro de 30 que se adentra en Austria, sin ninguna cuesta de más de 100 metros de larga (para salvar algún puente). A lo largo del recorrido, hay una serie de bares, donde uno puede descansar a la sombra y reponer fuerzas. También creo que hay algo de mérito también en la mentalidad eslovaca, algo alejada de la cultura del botellón española.
Por otra parte, Bratislava tiene un barrio, Petrzalka, al otro lado del Danubio, donde viven casi 200.000 personas. Fue construido en la época comunista y se compone básicamente de hileras de bloques de casas, sin mucha diferencia entre ellas. Sin embargo, pese a algunas fachadas realmente desconchadas, no todo es tan malo como parece. Junto a estos edificios, hay una enorme cantidad de espacios verdes y plazas, alejados de la circulación y donde los niños pueden jugar sin peligro. En uno de estos espacios verdes, que se desarrolla a lo largo de un pequeño río pudimos ver una pequeña culebra de agua.
En mi último día en Bratislava, pudimos acercarnos a la salida de una carrera de coches antiguos. Estando en Eslovaquia, resulta casi obvio que la mayoría de ellos eran Tatras (http://es.wikipedia.org/wiki/Tatra), pero aún así pude ver coches y camiones realmente interesantes (amén de algunos pilotos disfrazados con trajes de época para la ocasión). Hubo algunos momentos de caos, dado que aparcaron algunos coches en las vías de los tranvías, pero al final todo se arregló (aunque acabáramos tragando mucho humo, que hay que ver cómo se contaminaba antes) y la verdad es que pudimos disfrutar mucho esa mañana. Aquí, en esta foto estoy junto a un "Cajka", el coche utilizado por las élites soviéticas desde los años cincuenta.
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