Hace ya algunas entradas comenté uno de los aspectos más criticables, en mi opinión, de la sociedad occidental actual, como son las conversaciones con los móviles. Hoy me voy a centrar en las reuniones de trabajo y toda la estética que las acompaña.
Primeramente, querría destacar cómo hay dos útiles que no pueden faltar en estas reuniones de trabajo, donde parece que se decide algo importante. El primero de ellos es un cuaderno (similar al del colegio), para apuntar todo lo que surja y llevar un control exhaustivo de nuestras tareas a realizar. Este cuaderno da un aire de profesionalidad destacable. El segundo útil es, como no, el teléfono móvil. Este debe ser depositado encima de la mesa, como si se estuviera esperando una llamada de vital importancia (de esas que cambian el escenario político internacional, como mínimo). Además, se debe mirar en repetidas ocasiones al móvil con cara mezcla de impaciencia y preocupación, para comprobar que no llama nadie.
Estas dos cosas (cuaderno y móviles) constituyen el equipamiento básico. Luego tenemos la PDA, solo apta para los más avanzados. Mirar la PDA con cara de estar cuadrando la agenda durante la reunión es algo que todo aquel que quiera ser apreciado en este tipo de reuniones debe hacer; puesto que da una imagen de persona muy ocupada en asuntos muy importantes difícil de igualar por otros medios menos tecnológicos.
Este tipo de reuniones cuenta con su propia "estrucutra social", con diferentes clases. Así tenemos a los profesionales, gente que salta de reunión en reunión sin detenerse en su puesto de trabajo (y, por tanto, sin trabajar). Luego están los abnegados, gente que sabe antes de iniciar la reunión que va a salir con algún "marrón" y que apenas participa, pues nada de lo que diga podrá librarle de su aciago destino. También querría destacar al negativo, aquel que dice "no a todo", y que se defiende con uñas y dientes para mantener su constructiva posición. Normalmente, este tipo de asistente es un abnegado, que trata de evitar lo inevitable. En el extremo contrario, se encuentra quien dice que sí a todo, pues todo le parece bien, llegando incluso a entrar en difíciles contradicciones. Eso sí, en cuanto se deriva algo de trabajo para él como consecuencia de una de sus afirmaciones, se convierte en un "no a todo" bastante peleón. Por último, está quien parece que se ha caído del guindo cinco minutos antes de entrar y realiza planteamientos surrealistas, que no consiguen sino desviar la atención y extender la reunión de manera que éstas se acercan a las maratones.
Pues todo esto y más se encuentra uno en las reuniones de trabajo. De esta forma, hay quien hasta se lo pasa bien en ellas. Y ya lo dijo aquel: "si quieres hundir tu empresa, reúnete".
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