Muy rápidamente hoy quiero tratar dos partidos de baloncesto que han significado algo importante en mi vida, aunque, obviamente, no la han cambiado de manera significativa. Pero que puestos a elegir los mejores partidos de baloncesto que haya visto en mi vida, estos dos deberían estar en lugares destacados.
El primero de estos partidos fue la final de la Copa de Europa (o Euroliga o como se llame) que jugaron en 1999 la todopoderosa Virtus Bolonia contra el modesto Zalguiris Kaunas. Fue un partido que vi, en principio, sin tomar partido por ningún equipo, pues no tenía (ni tengo) ningún vínculo especial con dichas ciudades. Pero poco a poco, la cosa fue a peor y acabé sufriendo de más con la lucha de los lituanos, contra la todopoderosa máquina italiana entrenada por Ettore Messina. Ese día me di cuenta de que sufro demasiado con el baloncesto, porque si lo pasé mal con dos equipos que debían resultarme neutrales, es fácil imaginar los años de vida que pierdo cada vez que veo un partido de un equipo no neutral.
El otro partido que quiero destacar es la semifinal Italia-Lituania (otra vez italianos contra lituanos) de los Juegos Olímpicos de Atenas. Fue un partido tremendo, con múltiples alternativas, múltiples acciones puntuales que decantaban el partido hacia uno u otro lado. Esta vez, por motivos que no vienen al caso, animaba a Italia, que acabó venciendo y conquistando la medalla de plata. Verdaderamente, fue un partido espectacular, de esos que uno está deseando que no acaben nunca. Particularmente recuerdo a Pozzecco, el base suplente italiano, que se encaraba con su entrenador con cada canasta que metía, y a Basile metiendo triples como quien tira a un metro del aro.
Llevaba bastante tiempo sin escribir sobre baloncesto y he querido, después de destacar a dos jugadores, destacar también partidos. En las próximas semanas, según se desarrollen los acontecimientos, iré escribiendo algo más sobre este tema. Por de pronto, temo que la siguiente entrada toque en francés...
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