Hoy quiero recordar un viaje que hice en autobús desde Gandía hasta Madrid, con mi pobre amiga Laura (con quien acabo de hablar hace pocos minutos). Varios amigos de la universidad habíamos ido a pasar unos días al apartamento de una de ellas a Gandía, y Laura y yo, por diferentes motivos, nos volvimos antes en autobús. Ahora mismo no recuerdo exactamente lo que durará este trayecto, pero supongo que estará por encima de las cuatro horas.
La pregunta es: ¿puede una persona echar sangre por la nariz durante todo el viaje? Sí, si puede, yo mismo lo hice. Nada más dejar Gandía empecé a echar sangre por la nariz y no lo dejé hasta acercarnos a Madrid, más o menos, hasta Arganda. No sé como no me desangré, porque es que no paraba de sangrar. Bueno sí, hubo una pequeña tregua cuando paramos cerca de Alarcón (en un restaurante que actualmente está abandonado, como pude comprobar hace ya dos años). Pero fue volverme a sentar en el autobús para volver a sangrar.
Lo peor de todo el viaje lo tuvo que sufrir Laura. Rápidamente me quedé sin pañuelos de papel y la pobre tuvo que ir pidiendo pañuelos al resto de pasajeros, tratando de explicar que su amigo se estaba desangrando en el asiento de atrás. Espero que no me la tenga guardada aún. También quiero dejar claro que no me pegó ni tuvo nada que ver con que empezase a echar sangre de la nariz, fue un acto totalmente espontáneo por mi parte.
Un sencillo viaje en autobús, al final se convirtió en una inborrable experiencia, al menos para mí. También sirvió para comprobar cuánta sangre puedo llegar a echar por la nariz: mucha.
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