Tras unos días de no escribir nada en el blog, creo que hoy toca comentar el viaje de vuelta desde Fráncfort a Guadalajara en coche, atravesando toda Francia por Metz, Troyes, Tours, Poitiers, Burdeos, Bayona e Irún. Ya estábamos algo cansados de pasar siempre por Lyon y esta vez decidimos probar algo nuevo, dado que la diferencia en kilómetros según Google Maps es inapreciable (cuatro kilómetros, aproximadamente).
Lo primero que me llamó la atención en esta nueva ruta fue que atravesamos totalmente, de Norte a Sur, la región de Champagne y no vimos ni un solo viñedo. Lo que sí vimos fue una especie de pozo petrolífero e infinitos campos de cereal. Así que uno deduce rápidamente que igual el champagne no viene de la uva, sino de algún cereal, o, aún peor, del petróleo.
Uno de nuestros objetivos primordiales era esquivar París, que debe tener una concentración de tráfico varias veces superior a la de Lyon. Por tanto, tomamos una autopista (la E19, creo) de nueva construcción, de aproximadamente 100 kilómetros entre Troyes y Orleans, en la que no se veía un alma. Durante la mayor parte del trayecto no teníamos ningún coche a la vista, ni ninguna ciudad, ni ningún río, ni ninguna montañana, ni ninguna central nuclear (lo que es bastante raro en Francia),... Esa parte del viaje fue realmente aburrida.
A continuación, pasamos por Orleans y Tours, cerca de los castillos del Loira, aunque, por supuesto, las autopistas no pasan cerca de estos monumentos. En Tours, tuvimos que pasar por el primer peaje desde la frontera alemana, aproximadamente a 700 kilómetros de distancia, y estábamos realmente preocupados por la cantidad enorme que íbamos a tener que pagar. Al final fueron 53 €, que si se comparan con otros trayectos más cortos que hicimos, tampoco fueron tan caros.
Para dormir, reservé una habitación en Chauvigny, un pequeño pueblo medieval cerca de Poitiers, junto al río Viena, del que nunca había oído hablar pero que cuenta con cinco castillos, una central nuclear en la cercanías y con dos iglesias románicas realmente interesantes. Las fotos de este post son todas de Chauvigny. Eso sí, no sé de quien fue la "feliz" idea de pintar el interior de la más grande de ella como si fuera un cómic. A destacar las figuras en los capitales, donde en algunos se pueden ver a monstruos devorando incautos.
Como de costumbre, lo que más nos ha asombrado de Francia, además de sus autopistas y lo bien que se come, han sido los ríos. Atravesamos ríos que no sabíamos que existían (el Viena, el Chér, el que pasa por Bayona, el Dordoña,...), que son realmente más grandes que el Tajo o que el Ebro. Y eso por no mencionar el Garona, el Sena o el Loira. Uno realmente coge complejo cuando compara estos ríos con los españoles (con el Henares o el Ablanquejo, sin ir más lejos).
Luego, al entrar en Irún, fuimos encajonados por el valle del río Orio en la N-1, junto a las casas, la vía del tren y la carretera por algunos kilómetros. Y cuando llegamos a la meseta castellana, fue como volver a casa, aunque aún quedasen casi 300 kilómetros.
Y nada, a ver si este pinzamiento ciático me deja volver a Fráncfort este viernes y poder contar desde allí lo que pasó en nuestro viaje a Berlín, antes de que se me olvide.
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