En noviembre de 2006 cumpliré cinco años en mi actual trabajo. Ingresé el 12 de noviembre de 2001 y ya entonces, en esos primeros días, marqué los cinco años como un horizonte muy lejano, pero importante a conseguir. ¿Por qué? Porque con cinco años en el banco, puedo pedirme una excedencia por tiempo indefinido.
La idea de estar en el mismo puesto de trabajo durante 40 años hasta que me jubile sencillamente me aterra. Por el contrario, la perspectiva de tener un trabajo fijo en una entidad que difícilmente pasará dificultades económicas me resulta atractiva. Sin embargo, consideré necesario esperar estos cinco años para madurar como persona, por una parte (juas, juas, juas), además de ganar en experiencia laboral (qué diferente soy hoy en día a cómo entré el primer día, temeroso hasta de que se oyera mi voz). Ahora esta fecha está llegando y he de admitir que navego en un mar de dudas.
Cuando entré a trabajar tenía 23 años escasos, siendo el empleado más joven, lo que me valió para ser secretario de mesa electoral en las elecciones sindicales que se celebraron un año después [aprovecho para mandar un afectuoso recuerdo, con la mirada hacia el cielo, a mi presidente de mesa, José Moreno, que tantas ganas tenía de jubilarse, recientemente fallecido] En noviembre tendré 28 y todo por definir aún. No quiero decir que no haya hecho nada ni que me arrepienta de mis decisiones, sino solo que aún no he asentado mi cabeza de manera medio-definitiva y ya iría siendo hora...
Obviamente la idea que más me seduce es la de irme una temporada al extranjero, lo que además me puede traer importantes réditos laborales. Será duro (puede decirse que me he vuelto un poco mammone, como dicen los italianos) y me costará decidirlo pero supongo que tiraré por esta opción (y luego, además, me tienen que seleccionar ellos, lo que no está tan claro). En este caso, Londres (sede del IASB y el BERD entre otros) y Basilea (sede del BIS) parten con ventaja. También considero Bruselas, capital funcionarial europea, pero tampoco quiero abusar de la cercanía de mi querida Saskia. Frankfurt, sede del BCE, aparece en último lugar, pues ni la ciudad ni la institución me acaban de seducir.
También podría intentar una experiencia en el sector privado, aunque creo que dada mi forma de trabajar, no llegaría a encajar demasiado bien allí. Estoy pensando principalmente en desarrollar trabajos de consultor, pues puede decirse que en este tiempo me he convertido en un experto en IFRS y XBRL, que no abundamos por el mundo (y tampoco nadie nos echa a faltar). Ahora mismo, temo que sea demasiado tarde para mí como para empezar a recibir formación sobre un trabajo distinto. Aún así, el Banco Santander contaría con ventaja, solo por el tremendo afecto que le tengo desde mi experiencia con ellos en Londres (aunque este afecto desaparezca súbitamente cuando veo los intereses generados por mi cuenta corriente).
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