Ya llevo trabajando cinco años en mi trabajo actual y en este tiempo he formado la "teoría del gaseamiento". Creo que por los conductos de ventilación sale un gas, que no es letal a corto plazo, pero que a largo plazo va minando nuestras neuronas y acaba afectando a nuestro comportamiento. Yo creo no sufrir esto aún porque llevo poco tiempo aún, pero hay compañeros a los que veo bastante perjudicados. Además, lo poco que me duran con vida los cactus parece confirmar esta teoría.
Primero, tengo que citar al compañero que, según una leyenda urbana que me niego a verificar, se bebe su propia orina. No voy a decir nada más que una vez coincidí con él en el servicio y relajé al máximo los esfínteres para salir cuanto antes de ahí y no darle opción a compartir su refrigerio conmigo.
También es destacable un matrimonio, en el que ella le saca una cabeza a él (algo ya poco usual de por sí). Pero no, lo extraño es que no tienen lavadora. Asombroso.
En ocasiones veo a un compañero, con pañuelo palestino, sentado en el comedor, comiendo solo, con dos aparatosos auriculares escuchando música y moviéndose al compás de la música. Dicen quienes llevan más tiempo en la institución, que es un genio informático y que es mejor aceptarle como es.
Otro compañero mío, para evitar agobios en el metro, viene a trabajar a las siete de la mañana, una hora antes de lo que debería. Lo peor no es esto. Lo más pavoroso sucede cuando hay partido de la NBA; entonces se levanta a las tres de la madrugada, ve el partido y acto seguido acude a trabajar. Mucho te tiene que gustar el baloncesto para hacer algo así.
Espero no acabar así, aunque mucho me temo que poco a poco el gas ha ido dañando mi cerebro. Quizá sea esta una razón más para cambiar de aires...
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