Hace unos días leí la propuesta de la Dirección General de Tráfico de que los conductores noveles no puedan conducir por la noche, pues éste es uno de los grupos con mayor mortalidad en los accidentes de tráfico. Esta propuesta tan original es de agradecer por parte de la DGT, pues muestra su disposición a reducir la cifra de muertos que cada año se cobran las carreteras españolas, cifra que ronda las 3000 personas. Esto es, cada año España sufre unos ataques semejantes a los del 11-S.
Las causas de este elevada siniestralidad son variadas y algunas de ellas de muy difícil solución. Citaré a continuación algunas, sin ánimo alguno de ser exhaustivo ni de sentar doctrina, pues esta no es mi especialidad profesional.
La primera de estas causas, a mi entender, es la velocidad. Si todos los accidentes ocurrieran a 60 kilómetros hora, la cifra de fallecidos sería muy inferior. Existe la equivocada creencia de que los airbags, ABS, ESP,... nos salvarán la vida ante cualquier accidente que podamos sufrir. Falso. A partir de una cierta velocidad (puede ser 160 km/h), no te salva la vida nada ni nadie. Baste un dato para mostrar este hecho, en los últimos años la mortalidad por accidente (esto es, número de fallecidos dividido entre número de accidentes) se ha situado ligeramente por encima de la unidad. Es decir, que en cada accidente hay al menos un fallecido. O lo que es lo mismo, disminuye el número de accidentes pero éstos son cada vez más graves.
Una solución que he pensado muchas veces sería la de limitar la velocidad de los coches. Tiene lógica. Si no puedo conducir a más de 120 km/h, ¿por qué se me permite conducir un coche que puede alcanzar hasta el doble de dicha velocidad? Supongo que las firmas automovilísticas estarán presionando a quien corresponda, día y noche, para que esto no salga adelante (porque seguro que alguien más ha tenido la misma idea, no es ni mucho menos brillante). ¿Para qué quiero un Audi, por ejemplo, si voy a ir a la misma velocidad que un Seat, por ejemplo? No puede ser.
Pero no sería justo culpar solo a las empresas automovilísticas por ponernos debajo coches demasiado veloces. En otros países el parque automovilístico es muy similar y la siniestralidad en las carreteras mucho menor. Aquí entra a jugar su papel el gen conductor que todo español tiene, en virtud del cual "todo español es Campeón del Mundo de Formula 1 en potencia, lo que pasa es que no ha tenido oportunidades". De ahí que se conduzca sin respetar las reglas y pensando que los accidentes "les pasan a otros que no saben conducir".
Así nos luce el pelo, que no hemos tenido un Campeón del Mundo de Formula 1 hasta este año. Esto, sin embargo, no va a hacer sino incrementar el número de imitadores de carretera comarcal de Fernando Alonso, con el consiguiente incremento en el número de accidentes.
Y todo esto sin mencionar aún el fenómeno tunning, que lleva implícita una cierta agresividad en la conducción, ni los caprichosos trazados de algunas de nuestras carreteras, ni las bravuconadas de barra de bar que hay que oír, ni de la pérdida de educación y amabilidad que sufrimos todos cuando nos ponemos al volante. Otro día más.
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