Uno de los aspectos que más me llaman la atención de las calles de algunas ciudades españolas es la cantidad de porquería que hay en ellas. Me estoy refiriendo a las pintadas en las paredes (del tipo Juan x María, tremenda demostración de talento artístico donde las haya), los chicles fosilizados en las aceras, los excrementos caninos o los envoltorios varios. Esta sensación se hace aún mayor cuando vuelvo de algún viaje a Europa, donde las calles están bastante más limpias, por lo general, que en España y gastándose menos dinero en limpiarlas.
La clave del problema es que los habitantes de las ciudades europeas ensucian menos las ciudades que los españoles. Y esto, en mi opinión, es cuestión de educación cívica. De muchos es conocida la anécdota de los jugadores del Real Madrid en Suiza, en los años cincuenta, cuando fueron reprendidos por algunos transeúntes por tirar un papel al suelo. Pondré algunos ejemplos de conductas incívicas, que en ocasiones me llegan a sonrojar.
El primero de ellos se refiere a la necesidad fisiológica que muchos compatriotas míos de sexo masculino parecen sufrir, que les obliga a escupir incesantemente en la calle. Yo debo tener algún tipo de malformación genética, pues nunca he sentido la necesidad de escupir en la calle. Y si la he sentido (y no lo recuerdo), me he cuidado mucho de dejar "un recuerdo" en la acera. Me parece una guarrada inmensa, además de una falta de educación, pues considero que nadie anda escupiendo por su casa, sino que usa un pañuelo; así que no entiendo por qué en la calle ha de ser diferente.
También me gustaría referirme a la costumbre de tirar los envoltorios (por ejemplo, de una cajetilla de cigarrillos) al suelo. Hace unos días, estaba con los nietos de una tía mía en el parque y vi como mi tía tiraba sin el menor reparo un papel al suelo. Obviamente, sus nietas verán esto como algo normal (su abuela lo hacía) y acabarán heredando este comportamiento. En mi caso (pecando algo de inmodestia, lo sé), creo que mis manos se declararían en rebeldía si recibiesen una orden de tirar un papel al suelo. Depende mucho de la educación recibida, pero aún así, creo que no podría jamás tirar un papel al suelo. Soy de los tontos que se lo guarda en un bolsillo hasta que encuentra una papelera.
Mi padre dice que no me puedo hacer una idea de lo que ha cambiado el país en los últimos 30 años. Espero que en los próximos 30 cambie otro tanto a mejor y estas conductas pasen a ser parte del pasado.
Por cierto, hoy he leído en el periódico que Barcelona está preparando una norma cívica, y Madrid ha declarado no necesitarla. Vaya, parece que el tema está de actualidad.
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