En el mes de julio de 2005, un incendio arrasó 13.000 Ha de pinares de alto valor ecológico, además de segar la vida de 11 personas. El pueblo de mi madre, Ablanque, se situó en el centro del incendio. En los días posteriores, intenté que publicaran la carta que aparece a continuación, sin ningún éxito. He tenido que crear mi propio blog para poder verla en Internet.
Ardieron los pinares
Hace pocos días, sufrimos un grave incendio en las cercanías del parque natural del Alto Tajo, en los términos municipales de Riba de Saelices, Luzón, Selas, Ciruelos del Pinar y Mazarete, principalmente. El pueblo del que proviene mi familia, Ablanque, también se ha visto seriamente afectado. Por encima de las pérdidas materiales, quisiera destacar muy por encima de éstas, la irreparable y traumática pérdida de vidas humanas, que empequeñecen cualquier otro tipo de pérdida material de la que pueda hablar en esta carta. No existe en este mundo ningún pinar que valga más que una vida humana.
Este desgraciado acontecimiento no ha pillado por sorpresa a ninguno de los habitantes de estos pueblos, que desde hacen años vienen temiendo que sus pinares caigan pasto de las llamas, ante la alarmante dejadez de las autoridades, tanto en el ámbito local, como provincial, autonómico o estatal. Todas ellas parecen escudarse en las competencias; que se pasan de unas a otras como quien se pasa una patata ardiendo.
Este año se han cumplido doce años desde que los pinares fueron recomprados a la Unión Resinera, tras largos litigios con los habitantes de los pueblos. Cualquier habitante puede contar las penurias pasadas para conseguir algo de leña de un pinar, que pese a estar rodeando los pueblos, les estaba vedado. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha hizo posible esta compra, mediante un generoso desembolso de dinero. Posteriormente, llegaron las grandes palabras y los discursos, que parecían abrir una nueva etapa para esta deprimida zona de la provincia de Guadalajara.
Tampoco la promocionada creación del Parque Natural del Alto Tajo ha supuesto ningún progreso evidente en estos pueblos; o, al menos, no he sido capaz de apreciarlo. Todo esto, pese a las grandes palabras de las autoridades locales y provinciales, que veían en esta declaración el inicio de una nueva etapa para esta deprimida zona de la provincia de Guadalajara. Mismo discurso, mismos resultados.
Pero los ayuntamientos de los pueblos de la comarca también deben ser señalados. La propiedad de los pinares no ha sido aprovechada por ninguno de ellos de manera eficiente y racional. Más aún, los ayuntamientos han sido incapaces de unirse para tratar de aprovechar el pinar, o cuanto menos, de protegerlo. El estado de las pistas forestales y de los cortafuegos, totalmente integrados ya en el pinar al no haber sido repasados en años, nos hacía ver a todos lo complicado que podría resultar controlar un incendio. Quizá si hubiese habido una pequeña iniciativa en uno de estos ayuntamientos, se podría haber organizado un sistema por el que se repasarían las pistas forestales y los cortafuegos al inicio de cada verano contratando pequeñas cuadrillas, por ejemplo.
La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (que tiene atribuidas las competencias en la materia) se olvidó pronto de esta zona de la ya de por sí arrinconada provincia de Guadalajara. Su actuación tras la declaración de Parque Natural se limitó a un panel informativo sobre la flora y fauna del lugar. Estos días y vista la descoordinación inicial, me pregunto si alguien ideó un plan de contingencia ante un incendio forestal, si alguien definió un protocolo de actuación conjunto con la Diputación Provincial, si alguien pensó en qué hacer y a quién llamar en busca de ayuda (los vecinos de los pueblos, el ejército u otros recursos de la vecina Aragón). En definitiva, si a alguien se le ocurrió que un pinar podía arder. Temo que la respuesta a estas preguntas sea negativa. Pero, en el caso de que fuera afirmativa, creo que nos encontraríamos ante una situación aún más alarmante; pues los protocolos de actuación definidos habrían demostrado su más absoluta y total incapacidad para solucionar nada.
En esta cadena de incompetencias, no querría olvidarme de los excursionistas que iniciaron la tragedia con su imprudente barbacoa. Creo que hacer fuego, por muy experto que se sea y muy controlado que se pretenda tener, en un verano tan seco como éste, es un acto totalmente irresponsable e imprudente, de consecuencias catastróficas. Y cuando se ha sido advertido por una persona del lugar, que conoce ese paraje mejor que ellos, lo mínimo es tomar algunas precauciones más de las habituales.
Con la vista puesta en el futuro, espero que a “alguien” se le ocurra repoblar, de manera eficiente y real, esta superficie quemada, para que podamos olvidar cuanto antes este desolador paisaje semi-lunar (o estableciendo una triste comparación, nuestra “Zona Cero” o nuestro “Prestige” castellano) en que ha quedado convertido el pinar. Me permito poner en duda también esto, pues no he apreciado un gran esfuerzo en este sentido en los últimos años y no creo que ahora vayamos a apreciar un cambio de comportamiento. Desaparecieron los organismos de Repoblación Forestal, y ningún gobierno central o Comunidad Autónoma ha creído conveniente crear una institución con semejantes atribuciones. Y mientras tanto, la desertización y la sequía avanzan sin parar.
No quisiera acabar sin resaltar el enorme esfuerzo hecho por los habitantes de estos pueblos, acudiendo todos a luchar contra el fuego de manera desinteresada y aportando todos en la medida de sus posibilidades. Muchos de ellos no durmieron esa fatídica noche del 16 de julio, y estuvieron luchando contra las llamas junto a los entregados retenes. Todos estamos absolutamente desolados, muchos hemos agotado nuestras lágrimas, pero ya es tarde para casi todo.
También querría resaltar las palabras, tardías y vacías de contenido de los políticos de turno (Vicepresidenta, Ministra de Medio Ambiente, Presidente de la Junta de Comunidades, Consejera de Medio Ambiente, Delegada del Gobierno,…), haciendo hincapié en los medios utilizados en la extinción del incendio. A ellos, les recomendaría la lectura de El País del 17 de julio, donde se hace una enumeración de los escasos recursos enviados (creo recordar que siete personas en total). No afirmo que los recursos enviados no actuasen al límite de sus fuerzas, sino que estos recursos llegaron tarde y en escaso número. En relación con este tema, parece que subestiman a los ciudadanos y nos consideran rebaños de ovejas: serviles, dóciles y sin capacidad de crítica. Creen que acudiendo a 30 kilómetros del lugar, 36 horas después, serán recibidos como salvadores.
Por último, espero que alguien reaccione y tome las medidas oportunas para que un suceso tan desgraciado como este no vuelva a suceder, ni en la comarca del Alto Tajo ni en ningún otro lugar. Lamentablemente, el ser racional que llevo dentro me dice que si no ha cambiado el mundo a mejor tras los luctuosos sucesos de los últimos años; ahora no lo va a hacer, que pronto caeremos de los telediarios, la vida seguirá inexorablemente su curso, los políticos seguirán “sirviendo” a la ciudadanía y este incendio se volverá a repetir, sin duda, antes o después, en algún otro lugar.